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La tarea imposible: ¿Por qué nos cuesta tanto borrar y ordenar las fotos del móvil?

Eliminamos solo el 17% de las imágenes que tomamos con el teléfono y guardamos el resto, aunque no nos gusten o nos sean inútiles, según un estudio

En el paradigma digital son pocas las personas se empeñan en decidir qué guardan y qué no en sus dispositivos. Sobre todo si hablamos de fotografías y vídeos en el móvil o en la nube. Un estudio de la Universidad de Sheffield ha comprobado que eliminamos solo el 17% de las imágenes que tomamos y guardamos el 83%, nos guste o no. Por ejemplo, si hacemos 100 fotografías a nuestro perro, lo más probable es que solo eliminemos 17. ¿Qué sucederá con las 83 restantes? Quizás unas pocas acaben publicadas en las redes. ¿Y las 80 que quedan? Vivirán en los confines de la memoria de nuestros móviles con la vaga promesa de que algún día serán depuradas. Cuando haya tiempo. Nadie necesita 80 fotografías parecidas de un perro. Pero pocos se atreven a eliminarlas o encuentran tiempo para hacerlo. ¿Por qué somos así?

“Tendemos a ser poco selectivos con el contenido por la enorme capacidad de las memorias digitales y el bajo coste de conservarlas que impulsa a guardar en exceso y disuade de hacer limpieza”, sugiere Jorge Franganillo, investigador de la Universidad de Barcelona y autor de otro estudio sobre la acumulación de fotografías en los dispositivos. Prueba de ello es que muchas de las fotografías almacenadas son semiduplicados, es decir, imágenes casi idénticas de una misma escena, como las 80 fotografías del perro. Y aunque borrar parezca una tarea fácil, en realidad es un proceso difícil que hace tediosas las limpiezas periódicas porque determinar qué fotografías son prescindibles requiere atención, supone un esfuerzo cognitivo y, de forma paradójica, obliga a emplear un tiempo valioso en piezas sin valor.

Diógenes Digital

Hoy, hacer fotografías es demasiado fácil y está al alcance de todos. Antes, con las cámaras analógicas y manuales, cada retrato era una especie de tesoro que llevaba un coste económico y que tenía un fin específico: archivarse en álbumes temáticos o adornar un espacio en un marco de fotografías. Ahora, con las cámaras digitales incrustadas en nuestros móviles, muy pocas imágenes de nuestro dispositivo se imprimen o pasan a un formato físico e irónicamente, en la mayoría de los casos no volveremos a verlas nunca más. En estos casos se puede dar una especie de síndrome de Diógenes digital, comportarnos como el filósofo de la antigua Grecia que le da nombre, y acumular de forma irracional material digital y audiovisual solo por el mero hecho de que podemos hacerlo y archivarlo aunque quizás no volveremos a verlo ni a compartirlo. Está relacionado con perfiles más obsesivos, necesidad de control y problemas emocionales”, subraya el psicólogo e investigador experto en tecnología, Celestino González-Fernández.

González-Fernández sugiere, al igual que Franganillo, que las causas de ese Diógenes digital están en el esfuerzo cognitivo que conlleva la selección, organización y eliminación de material. “El cerebro tiende al ahorro energético y efectividad para el equilibrio físico y mental del organismo, tiende a la homeostasis como mecanismo de supervivencia. Si algo supone un mayor esfuerzo cognitivo, como ese tipo de búsquedas digitales, se generarán actitudes, emociones y comportamientos relacionados con desmotivación y procrastinación para evitar así el desgaste de energía”, explica el psicólogo. En otras palabras, es normal que nos dé pereza eliminar y organizar las 3.000 fotografías del carrete.

Otra de las causas del exceso de acumulación de fotografías se debe a que, contrario al cerebro cuya memoria es finita, últimamente la tecnología ha evolucionado para que podamos archivar cada vez más un mayor volumen de información. “El cerebro elimina recuerdos por pura eficiencia de procesamiento de la información y consolidación de la memoria porque su capacidad es limitada. Por ejemplo, ¿sabes decir lo que desayunaste el martes 24 de septiembre del pasado año? Lo más seguro es que no, pero a que sí sabes a quién diste tu primer beso”, explica González-Fernández. Pero la capacidad de memoria de un dispositivo puede ser ampliada para retener más, incluso aquellos recuerdos insignificantes (como la fotografía que le hiciste a eso que desayunaste ese martes 24 de septiembre).

La tecnología actual ha evolucionado cada vez más para permitirnos ampliar de manera artificial y suplementaria nuestra capacidad de memoria y recuperar una gran cantidad de recuerdos a través de fotos o vídeos. “Pero esta capacidad de retención es más simbólica que útil, pues como el cerebro, mucha de la información archivada suele quedar olvidada”, explica el psicólogo. “Aunque la capacidad de almacenamiento de las memorias digitales parezca no tener límites, recordemos que nuestra capacidad de atención si los tiene”, subraya Franganillo.

Evitar el gatillo fácil

¿Cómo evitar la acumulación de imágenes? Hay soluciones para todo, incluso para el Diógenes digital. Franganillo recomienda evitar el gatillo fácil —tomar muchas fotografías similares de algo o alguien— y mantener limpio y ordenado el espacio personal de información. Pero si esto suena utópico, el experto recomiendo recurrir a algunas aplicaciones. “Cada vez más sistemas operativos y sus respectivas aplicaciones incorporan la posibilidad de borrar de forma automática lo que identifican como ficheros basura; aplicaciones móviles como Files Go son capaces de identificar contenido duplicado o efímero”, dice Franganillo. Un ejemplo de fichero efímero son los memes o las capturas de pantalla que una vez vistas o compartidas, se pueden desechar sin miramientos. También existe la opción de crear álbumes temáticos y organizados dentro de las galerías de los móviles, así como en los distintos servicios de nubes de almacenamiento.

Sin embargo, quizás la clave de todo está en un viejo refrán: “No es más pulcro quien más limpia, sino quien menos ensucia”. La próxima vez que tu perro haga algo gracioso hazle dos fotos, no quince.

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