En estos años, si algo he aprendido de las personas con las que he trabajado y compartido momentos en terapia es que no hay dos personas iguales. No puedes aplicar reglas, procedimientos generales o manuales establecidos previamente para todas.

Cada persona tiene sus matices que le hace única, necesita su espacio en sesión, su tiempo para reflexionar y su ritmo para avanzar. O simplemente dejar las cosas estar de acuerdo a objetivos que se plantea en diferentes áreas como a nivel individual, familiar, en pareja o en el entorno laboral. 

Eso sin duda, nos hace a cada uno de nosotros y nosotras seres humanos especiales, con historias vitales y circunstancias particulares que nos han conformado en lo que somos, ni mejores ni peores, personas genuinas que requerimos una sensibilidad, una intimidad y una atención personalizada en terapia.